Frente a la despersonalización de las grandes superficies y el aislacionismo de las compras en la red, está la oportunidad de disfrutar de los pequeños establecimientos donde no solo venden mercancía sino que te ofrecen soluciones y, sobre todo, trato humano. Cuando el pequeño comercio, el taller artesano, sale a la calle se produce un flujo de energía que va más allá de la simple acto de la compra venta. Se habita el espacio, se revitaliza lo público, se defiende lo propio y se responde de la calidad del producto además de poder explicar el proceso.
No todo ha de ser rentabilidad económica. La rentabilidad social es también importante.
Aunque sea un trabajo que puede llegar a ser agotador, me gusta sacar el taller a la calle.
Nos vemos en la feria, en la sala Multiusos, en la que será la XXII edición de una de las ferias con más renombre del país. A partir del 4 de diciembre.
Si no conoces mi nombre puedes llamarme ¡Tendera!
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